sábado, 17 de febrero de 2018

De memoria



Inteligencia en fuga…
Carlos Ferreyra Carrasco.

La inteligencia, ese instrumento necesario para el desarrollo del individuo o, en el caso actual, el control y buena marcha de las cosas del gobierno, de la seguridad ciudadana, de la paz interior y de todo lo que se les ocurra, se ha ausentado de nuestro país.
No es una figura literaria y bien podemos ponerle fecha: cuando en el año 2000 tomó posesión del gobierno un sujeto hijo de británico y gallega, representante de las aguas negras del imperialismo y frustrado granjero en el Bajío.
Nos referimos, claro está, a Vicente Fox, nuestro Donald Trump cuarta región, al que desafortunadamente los medios de difusión todavía le hacen caso y le difunden sus tonterías que, pensamos en algún momento, terminarían cuando se diese cuenta que no podría terminar en quince minutos el conflicto bélico con los zapatitos (que nunca retiraron su declaración de guerra).
Eso, para empezar. Se pueden acumular más imbecilidades, pero basta con recordar su insistencia para legalizar la mariguana, cuya representación comercial y patente ya siente en la bolsa de su pantalón gracias a sus ligas comerciales con los gringos, ahora dice que se encargará de que Andrés Manuel López Obrador no llegue a Los Pinos.
Lamentable coincidencia con un mercenario conocido con las siglas JJ, venezolano que compromete su palabra de que impedirá el paso de El Peje. Cabe preguntar por qué le permiten a este émulo de Fox, o de Trump, da igual, que se involucre en asuntos que sólo competen a los mexicanos y constitucionalmente están vetados a los extranjeros so pena de expulsión.
La enfermedad que ha afectado la capacidad intelectual de los mexicanos se ha extendido (puede verse en páginas cibernéticas) al grado que los aspirantes a la Silla del Águila hacen desesperados esfuerzos por verse en los breves mensajes y discusiones en ese sistema donde privan insultos, malas palabras y se ausentan los razonamientos.
Ricardo Anaya se dice perseguido por el CISEN, esa suerte de órgano “de inteligencia” del Estado Mexicano. Y no, según los estatutos del organismo, entre sus tareas se encuentra cuidar e informar sobre los aspirantes a la candidatura presidencial. De todos, incluyendo al pseudopriista y al puntero que amenaza con desaparecer un ente cuya utilidad es un misterio.
Durante años hemos visto a los agentes del CISEN que antes se llamaban de otra forma, participar en las conferencias de prensa de la oposición y del oficialismo. Los informes, pueden consultarse en el Archivo General de la Nación, se integran con lo mismo que los reporteros publican al día siguiente. Esto es, “reportean” la notas y la pasan como informe dizque confidencial.
Cuando el todavía presidente Gustavo Díaz Ordaz fue denunciado por un grupo de abogados que solicitaban su destitución con argumentos constitucionales, los periodistas tuvimos un choque casi violento con los policías “inteligentes” que con credenciales de “El Sol de México” todos ellos (es la prehistoria, quede claro) se apropiaron de las copias que había de la denuncia.
Tras jaloneos, pujidos y mentadas no muy abiertamente, los guaruras accedieron a soltar una copia que usamos los periodistas para respaldar nuestra información.
A su llegada a México el ministro del Interior de Bolivia, Antonio Arguedas, fue alojado por la Dirección Federal de Seguridad, entonces a cargo de la “inteligencia nacional”, en el Hotel Virreyes en la esquina de San Juan y Arcos de Belén.
Arguedas tenía una importancia fundamental porque después de una azarosa fuga por pleno desierto hacia Chile, sustrajo el Diario del Che en Bolivia, impidiendo que un gusanito agente de la CIA residente en México, circulara la versión apócrifa escrita para demeritar al rebelde argentino.
Además sustrajo las manos mutiladas y con el propósito de viajar a Cuba para asilarse, fue que llegó a nuestro país. Era, pues, un personaje de primera importancia internacional. Lo visitamos José Natividad Rosales, de la revista “Siempre” y yo. Platicamos el tiempo que nos dio la gana sobre los temas que nos interesaban.
El agente a cargo de la vigilancia en la puerta, responsable de filtrar a los visitantes y de orejearlos, muy amablemente se retiró a disfrutar un café mientras estuvimos con el personaje.
En su reporte, que alguna vez encontró Rogelio Hernández al consultar papeles confidenciales en el mencionado AGN, se menciona la visita pero sin mayores adornos ni datos útiles.
Después de recibir en el aeropuerto de manos de un compañero la grabadora que Santiago Álvarez, el cineasta cubano, me enviaba a cambio de la Uher que le obsequié, fui detenido por agentes federales que decidieron revisar mi aparato. Escucharon el contenido donde con voz claramente caribeña narraban maniobras navales.
Me espanté hasta que el comandante Arturo Durazo Moreno decidió que se trataba de un ejercicio de paracaidismo (en pleno Mar Caribe), me entregó mi aparato japonés; me fui a mi oficina a escuchar la narración del descenso de un satélite tripulado.
carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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