De memoria
Háganle como quieran…
Por Carlos Ferreyra Carrasco
A los vecinos del sur de la capital lo tiene con el Jesús en la boca la construcción de eso que llaman Torre Mitika. Se trata de una monstruosidad con centro comercial y que se encuentra en donde era Bancomer en callecitas en las que apenas cabe un auto para circular.
Y alrededor, no menos de media decena de plazas comerciales. El infierno que se desatará y que le dará en toda la madre a la llegada a Coyoacán por la parte poniente, será de antología. Allí, por donde ahora se embotella la circulación por la Cineteca Nacional.
Con estudios, papeles legales y recursos ante tribunales, nada se podrá hacer cuando ya están avanzados los trabajos en los que nunca se consideró el daño que causará a la ciudad.
No hay caso, las construcciones hacia arriba en zonas donde sencillamente no caben, sigue en todo su apogeo. A las autoridades capitalinas les vale y si perdió Chertorivsky, demos por buena la situación porque a él se le responsabiliza de la expansión inmobiliaria que ya dio cuenta del antiguo Distrito Federal.
En la Colina del Perro, todo mundo la conoce así, se acaban de colocar unos sellos que dicen que es una obra “en suspensión de actividades”, expresión tan idiota como quienes las colocan.
Vemos por todo el territorio del Valle de México anuncios con una tira que cruza anunciando la suspensión de actividades. La pregunta sería cuáles son las actividades de un cartel, pero el asunto aquí es otro y es grave.
Salvo la torre flaca que construyeron a un lado de la glorieta de Bosques, y varios edificios que la rodean, del lado de la Colina está rigurosamente prohibida la construcción de edificios altos. Lo que no le importan a la viuda de López Portillo, la argentina Sasha Montenegro que alzó su barda a alturas impresionantes.
Dice el vecindario que se preparan para levantar un edificio con treinta pisos de altura, al que posiblemente se le añada un centro comercial.
Allí, sobre lo que debe restar de la gloriosa biblioteca de López Portillo, una parte de la Colina que fue levantada con especial cariño y dedicación, centro de gloria del exmandatario, donde tenía sus incunables y muchas joyas bibliográficas que posteriormente disputaron en forma más que agria José Ramón y la viuda.
Se llegaron a acusar de robo por algún ejemplar que sustrajo López Romano, de acuerdo con la acusación de la viuda.
En ese enorme terreno el ex presidente construyó las casas de sus hijos y la de su esposa, Carmen. En una de las puntas del predio, del lado de la glorieta, había una preciosa puerta eclesial que, no lo dudo, fue expropiada de algún templo. Una obra de arte que un buen día desapareció mientras se taponaba esa entrada.
Allí quedó la casa que vendieron al propietario de una empresa vendedora o fabricante de tepaches y otras bebidas alcohólicas y fue donde se filmó una película, refrito de la época de oro cuyo título es el apellido de la familia protagonista.
En la Colina hace tiempo se estableció uno de los fraccionamientos cerrados más caros del país, Toscana, en recuerdo del tiempo que José Ramón vivió en Italia como representante de México ante algún organismo internacional.
Se habla de terrenos de más de cinco millones de pesos que van acompañados, eso sí, con un proyecto residencial. Se trata de que todo sea maravillosamente uniforme, que haya orden y concierto, pues.
Allí, sobre ese mundo maravilloso se proyecta la monstruosidad que no permiten los reglamentos. Pero que saltarán alegremente cuando decidan elevar sus torres al cielo.
Todo este desorden y las obras inservibles, de las cuales hay muestras por todo el territorio de la capital, ¿permitirán llamar a cuentas algún día a quienes se beneficiaron de las obras y provocaron inestimables pérdidas a los habitantes del antiguo Distrito Federal?
Ejemplos: la pista bicicletera elevada que cruza Reforma a la altura de Petróleos, y allí mismo el cruce de la misma avenida que por impráctico se canceló. Más adelante en el entronque con Ghandi, otro cruce que periódicamente se tapona con grandes barriles de plástico.
Y luego en Constituyentes un cruce más que no lleva ningún lado pero hasta semáforo le pusieron, eso al inicio de la avenida. Y no hablemos de la Torre Bicentenario que nació arco y terminó en una cosa absurda y endemoniadamente cara.
Así se pueden repletar páginas de apuntes. Verdaderos cantos a la impunidad, a la apropiación de recursos públicos y al voluntarismo de funcionarios que, tememos, nunca pagarán sus desastres. Gozarán sus ganancias, eso sí…
carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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